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Cuando hay que hablar de lo que no se debería

  • Writer: Pablo Martínez Juberías
    Pablo Martínez Juberías
  • Dec 16, 2019
  • 5 min read

Este miércoles se juega por fin el Clásico. Digo por fin porque obviamente hay mucha gente que lo considera el partido del año, pero es que a la vez ese partido ya debería haberse jugado. Como todos sabemos, los sucesos políticos de hace unos meses propiciaron el aplazamiento del encuentro, aunque nadie sabe si esa fue una buena idea, o al menos una mejor idea que jugar por aquel entonces. La decisión se tomó con tiempo, mucho antes de la fecha establecida. Bastó con posponerlo y decidir otra fecha.

Lamentablemente, ayer sufrimos algo un punto más grave. Se llevaban jugados cuarenta y cinco minutos, es decir, media parte entre el Rayo Vallecano y el Albacete Balompié. El delantero del equipo visitante, Roman Zozulya, fue hace unos años objetivo del club madrileño para ser una de las incorporaciones rayistas del curso. Su fichaje se cerró, pero los aficionados vallecanos no aceptaron su llegada por tener ideologías completamente opuestas y enfrentadas. El club, o más bien el espíritu de la entidad, se solidariza con la lucha obrera y del pueblo, tirando más hacia la rama comunista, mientras que el ucranio tenía imágenes en sus cuentas sociales en las que se acercaba a la ultraderecha, con banderas y símbolos nazis.

El caso acabó con una ruptura del acuerdo forzada por la presión de los espectadores más radicales de la grada de la franja. Zozulya buscó otro equipo al que poder incorporarse, acabó en las filas del club castellano y desde entonces no había vuelto a pisar Vallecas, ni siquiera en los enfrentamientos de su equipo en el barrio de Madrid. Para este encuentro se decidió que iba a viajar y presumiblemente jugar el partido, ya que es el delantero centro titular del Albacete habitualmente. Se había comentado la situación como algo a tener en cuenta, pero se le quiso dar normalidad. Esa normalidad acabó a pocos minutos de finalizar la primera mitad, cuando el árbitro paró el partido y pidió que se avisara por megafonía que el encuentro se suspendería si los insultos no cesaban. “Zozulya, puto nazi”. Perdón por la palabra, pero ese era el cántico más coreado de entre unos cuantos más. El primer aviso ya se había dado, la grada paró de increpar verbalmente al futbolista en torno a un minuto, y los aproximadamente cinco posteriores, hasta el descanso, repitieron su arenga contra la figura del jugador.

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El partido estaba tardando en ser reanudado en su segunda mitad. Ni el trío arbitral ni ninguno de los veintidós protagonistas habían vuelto a saltar al terreno de juego. Al principio se podía pensar que los cinco minutos de añadido de la primera parte estaban retrasando el inicio de la segunda. Unos minutos después supimos que no. El Albacete, incluyendo a la plantilla y directivos del club, mostraron oposición a querer volver al césped en esas condiciones. El colegiado del partido tampoco vio oportuno el reingreso al campo, como ya había anunciado en mitad del encuentro, y el Rayo buscó soluciones para poder continuar con el partido. La única solución era desalojar el estadio y jugar lo que quedaba de encuentro a puerta cerrada. Descabellada opción. El resto de posibilidades pasaban por la suspensión del mismo, y eso fue lo que sucedió finalmente.

Es el primer partido en la historia de todas las competiciones domésticas en España que se suspende por actos de violencia verbal, insultos o desconsideración. Hasta ahora, todos los partidos que habían tenido pancartas peyorativas, cánticos despectivos o cualquier tipo de amenaza contra algún individuo o colectivo, ya fuese racista, xenófoba, homófoba, misógina… se saldaba en una multa económica al club encargado de la seguridad y comportamiento de su estadio, y a sanciones diversas, en según qué casos, como cierres parciales de gradas o clausuras completas de los recintos para las siguientes jornadas como local. El Rayo no se va a librar de tales castigos. Tendrá que pagar una cantidad alta con toda seguridad, y está por decidirse que más acciones legales caerán sobre la entidad vallecana. Se barajan dos opciones para la reanudación del encuentro. La primera es que se termine el partido sin público, y la segunda, que se lleve a un campo neutral.

¿Se hizo bien suspendiendo el partido? ¿Por qué esta vez sí y anteriormente no? ¿Es un agravio comparativo frente a personas de otros grupos sociales que han recibido el mismo o peor trato por parte de las aficiones contrarias? Estas son las preguntas que están colapsando las redes sociales con los comentarios y reacciones a lo sucedido. Son todas lógicas, pero ahora me toca preguntar a mí: ¿no es hora ya de frenar esta vorágine de energúmenos de una vez?

Me parece gracioso que al público se le llame también respetable. Sí, son los que valoran, ya sea con crítica o halago, y los que dan sentido al espectáculo. Sin ellos no tiene gracia, sería todo más sobrio, frío, no tendría sentido llamarlo espectáculo. Sin embargo, el concepto de respeto se ha perdido. Nos creemos con derecho a todo y sin deber a nada. La famosa libertad de expresión. Yo suelto mi perla y que el resto se la coma, sin tener en cuenta al de enfrente. La libertad acaba donde empieza la de los demás. Tan simple como eso. Es muy válido silbar, mostrar descontento, manifestarse contra cualquier hecho. Este país permite todas esas cosas, como muchos otros, pero hay una línea que no se puede cruzar, y ahí es donde entran en acción las leyes.

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Insultar, sea por el motivo que sea, es ética y moralmente incorrecto. Lo sabemos todos. Si se hace, corres el riego de tener consecuencias. No siempre te penalizan, igual que cuando excedes la velocidad en carretera. Si te cogen no te puedes negar. La permisividad a veces es lo que confunde a la gente. ¿Por qué a mí si el otro también? Lo entiendo, es injusto, pero se hace justicia a la vez porque tú has incumplido. Para eso está el árbitro o el policía. ¿Habría que multar a todos los que cometen infracciones del mismo tipo con penas de la misma índole? Sin ningún tipo de duda. Si no se ha hecho antes, toca empezar a hacerlo. Hace unos cuantos años ya murió un ultra del Deportivo de la Coruña. La medida que se propuso fue expulsar a los ultras de los estadios, pero aún hay clubes que les permiten la entrada, por mucho que lo intenten negar. Echar cortinas de humo no resuelve los problemas. Suspender partidos cuando se incumple al respeto puede ser una solución de ahora en adelante. Que sirva de precedente.

Y eso me lleva al inicio. Dentro de dos días va a haber protestas políticas aprovechando el escaparate mediático de Barça-Madrid. Que la gente se manifieste y sea libre de expresar su descontento, esté yo de acuerdo o no con lo que se reivindica. Ahora bien, que se respete el partido. Los jugadores tienen que poder jugar, los árbitros tienen que poder pitar, los medios tienen que poder cubrir, y los aficionados tienen que poder llegar y admirar el espectáculo. Eso es ser libre y dejar que el resto lo sea, respetar y ser respetado. Cada uno tiene su trabajo, sus urgencias, sus necesidades. Si hay uno que no es capaz de poder desempeñar tal acción, mala cosa, no estas respetando.

Yo voto porque se acabe con el “Shakira es de todos”, el “Guti maricón”, el “Luis Enrique, tu padre es Amunike”, los plátanos tirados al campo o sonidos de monos contra jugadores de raza negra, etc. En Europa también está pasando, centrándose especialmente en el tema racista, y las multas y expulsiones se están llevando a cabo. En este caso, soy el primero al que le duele que la afición del Rayo, equipo por el que muestro simpatía desde hace años, haya sido la causante de dichos sucesos, pero como en mi familia siempre se ha dicho: “tontos hay en todos los lados”. Sean del equipo que sean e insulten por una razón u otra, mientras la gente no sea capaz de respetar, para mi dejan de ser el respetable.

 
 
 

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