Le Roi de France
- Pablo Martínez Juberías

- Oct 11, 2020
- 2 min read
Allá por 2005, un chavalín de diecinueve añitos que ya apuntaba maneras se inscribía por primera vez al Open de Francia. Desde ese mismo día hace quince años París empezó a ser colonizada. Perdón, y con todos los respetos a Colón, pero el término debería ser ‘nadalizar’. Quién le iba a decir a ese chico que aún seguiría ganando Roland Garrós… Sí que hubo uno que lo vio venir. Almagro se atrevió a decirlo en medio de un partido contra él en 2008. Su vaticinio: que le veremos ganar hasta cuando tenga 65. Este extraterrestre sólo tiene 34 primaveras. Digo sólo porque si hacemos caso a Almagro nos podemos hartar de hablar de él. Ojalá.
No le descubro a nadie que 2020 ha sido duro para todos. Para Rafa también. Ni él mismo estaba convencido de que este año pudiera defender su legado en Francia. Fuera de la fecha habitual, con lo que conlleva de temperaturas y horarios de noche, pista algo más rápida por el descenso de las temperaturas y pelotas que botan menos… Todos estos factores que perjudican a su tenis, más la incertidumbre de que estuviera físicamente preparado tras tantos meses fuera de competición, presentaban un escenario algo negativo.
Definitivamente, no somos conscientes de quién estamos hablando. Da igual la temperatura, él logra encenderse y enfriar al resto; da igual la hora, jugando a oscuras él deslumbra; dan igual las pelotas, él siempre juega con las mismas: las que le cuelgan. No quiero ser vulgar, pero es así. Ante todas las adversidades se crece. La definitiva era enfrentarse al coco.
Empezaba la mañana algo fresca. La Philippe Chatrier se despertaba con algunas gotas y unas rachas de viento intensas. Problemas para Djokovic. Unos minutos antes del inicio de la final se decidía que se jugaría techado. Adiós al viento, la criptonita del número 1 del mundo. Total, que nosotros preocupados por los factores del partido y el torneo en sí, y el muy cabrito nos calla la boca con un 6-0 de inicio. Perdónenos, su majestad.

Más de lo mismo en el segundo set. Al menos le ha dejado ganar un par de juegos a Djokovic. Yo lo llamo compasión. El lenguaje no verbal del serbio era desolador. Con lo que es él, que compite buscando todas las artimañas posibles, se le ha visto como un gatito dominado por un león. No ha gesticulado, ni perdido tiempo, ni se ha dirigido al público para celebrar los puntos ni a su banquillo buscando una cara familiar a pesar de las mascarillas… Ni siquiera ha parado el partido para que le asistieran de sus lesiones, como ha ido haciendo durante todo el torneo.
El Djokovic más resignado que recuerdo sólo ha reaccionado durante un par de juegos del tercer set. Se ha llegado a crecer yendo abajo 3-2 y con saque para Nadal, pero le ha durado poco. Exactamente hasta que al manacorí le ha dado gana y le ha recordado quien manda en esa pista.
El resumen sin palabras: 6-0, 6-2, 7-5. 13. 20. Podéis techar sus partidos, pero no sus éxitos.






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